Pablo Gómez Ábalos, clavecin roïal (Wagner, 1774 – copia de Kerstin Schwarz, 2019) (becario Leonardo en Música y Ópera 2019)
ARCHIPIÉLAGO DIGITAL
CONCIERTO
23
MAY
2025
TEMPORADA DE MÚSICA 2025
23 MAY 2025
Pablo Gómez Ábalos, clavecin roïal (Wagner, 1774 – copia de Kerstin Schwarz, 2019) (becario Leonardo en Música y Ópera 2019)
Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788)
Rondó en la menor, Wq. 56/5 (9 min)
Fantasía en la mayor, Wq. 58/7 (6 min)
Fantasía en do mayor, Wq. 59/6 (9 min)
Rondó en do menor, Wq. 59/4 (5 min)
Fantasía en si bemol mayor, Wq. 61/3 (6 min)
Fantasía en fa sostenido menor, «C.P.E. Bachs Empfindungen», Wq. 67 (12 min)
Ludwig van Beethoven (1770-1827)
Grande Sonate pathétique pour le Clavecin ou Piano-Forte, op. 13 (20 min)
Este concierto se compone de obras del último cuarto del s. XVIII de Carl Philipp Emanuel Bach y Ludwig van Beethoven en torno la idea del Sturm und Drang. Estas obras son una muestra de los significados que fue adoptando el concepto de patético (de pathos ‘pasiones’ y poiesis ‘creación’) y cómo la fantasía como género musical los acrecentó. Lo patético y fantástico fueron elementos que caracterizaron el denominado Strum und Drang musical, y formaron parte en los debates y teorías en torno a la atención, el asombro y lo sublime. Como describe J. Ch. F. Schiller en su Über die ästhetische Erziehung des Menschen, de 1795:
Páthos es, pues, la primera e ineludible exigencia para el artista trágico, y a este le está permitido llevar la representación del padecimiento tan lejos como se pueda sin perjuicio de su fin último, es decir, sin coartar la libertad moral.
El filósofo Christian Friedrich Michaelis, seguidor de las ideas de Immanuel Kant, definió lo sublime en música en el Berlinische Musicalische Zeitung de 1805, diciendo:
El sentimiento de lo sublime se despierta en la música cuando la imaginación se eleva al plano de lo ilimitado, lo inconmensurable, lo inconquistable […] En la música, solo lo que puede ser sublime rebasa las competencias conceptuales de la imaginación: pareciendo enormemente grande e importante, extremadamente remoto y extraño para ser captado fácilmente por la imaginación.
Beethoven carga su sonata de esa “ineludible exigencia para el artista trágico” de padecimiento vital llevándolo al plano de lo “inconmensurable”. Tanto él como C.P.E. Bach supieron aprovechar su potente capacidad musical para captar la atención y manipular las emociones del público a través de efectos musicales abruptos y sorprendentes.
El clavecin roïal nació en este contexto y, por tanto, se adapta a la perfección a los requerimientos expresivos y tímbricos de los efectos musicales que enfatizan y dan forma sonora a estos conceptos que estuvieron en el debate y quehacer diario de artistas y creadores de ese periodo. El clavecin roïal es un instrumento de teclado inventado en Dresde (Alemania) por Johann Gottlob Wagner (1741-1789) en el año 1774. Se construyó en gran número y fue ampliamente distribuido por J. G. Wagner y su hermano Christian Salomon, llegando a ser también construido y vendido por otros importantes constructores de la época. Reconocidos músicos poseyeron estos instrumentos; entre estos destaca C. P. E. Bach, quien desde 1782 poseyó un clavecin roïal construido por Christian Ernst Friederici (1709-1780).
En octubre de 1785, la escritora Sophie Becker visitó a C. P. E. Bach en Hamburgo, dejando constancia en su diario de viaje de la sublime impresión que le causó escucharle improvisar y tocar las fantasías en su clavecin roïal. Precisamente J. G. Wagner, en el anuncio de 1775, conectó especialmente el clavecin roïal con la música de estilo improvisado (ya fuera extemporánea o compuesta); por eso las fantasías son un terreno especial para éste. No es sorprendente que C. P. E. Bach retomara este género justo en 1782, si bien esta escritura de imaginación libre ya la
encontramos en sus rondós y sonatas. Precisamente, su imaginación compositiva y sus improvisaciones al teclado contribuyeron al estatus de originelles genie del que gozó. Respecto a sus últimas fantasías, el propio C. P. E. Bach comentó a su editor Johann Gottlob Immanuel Breitkopf en una carta de 1782 que “[…] así, después de mi muerte, uno podrá ver cuan fantástico [Fantast] fui”. Así, su bizarra, irregular y compleja música fue recibida como sublime.
Las fantasías de C. P. E. Bach, habitualmente sin líneas de compás, están llenas de arriesgados efectos dinámicos y armónicos, marcadas articulaciones y acentos, modulaciones inesperadas y ritmos abruptos. Gestos que exigen constantes cambios de tempo, silencios y espacios atemporales que obligan a repensar cómo crear esos espacios sonoros. Las posibilidades tímbricas del clavecin roïal, y la resonancia como punto de partida encajan a la perfección con estas fantasías y permiten viajar por mundos sonoros acordes al carácter de cada gesto, o pasaje.
Por otra parte, la gran influencia de Carl Philipp Emanuel Bach en su tiempo y el estilo improvisado impregnaron muchos de los gestos que encontramos en obras como la de Beethoven, gestos que llenan de páthos estas obras.