La eclosión de las vanguardias a lo largo del siglo xx y xxi ha conocido numerosas ramificaciones de un tronco común en cuyas raíces se instala por derecho propio la Segunda Escuela de
Viena. Sea cual fuere su aspecto actual, cualquier escuela de composición que se manifieste hasta la fecha ha de relacionarse de una manera u otra con aquellos pioneros, aunque solo fuera
como comparación lejana y piedra de toque de determinados elementos técnicos y estéticos. Por eso el presente programa une varias piezas de la Segunda Escuela de Viena con la moderna
música irlandesa, representada por varios compositores que no son muy habituales en las programaciones españolas pero sí muy dignos de ser conocidos.
La primera obra vienesa que se ofrece en este concierto es Cuatro piezas para violín y piano, op. 7 de Anton Webern. Se trata de una obra inserta en ese laconismo desprovisto de toda ornamentación que el autor, muy estricto de medios durante toda su carrera, desarrolló muy específicamente en la etapa atonal en la que caminaba por un expresionismo emocional constructivamente muy abstracto. La obra está escrita en 1910 e inaugura un periodo de auténticas miniaturas esenciales que pretende crear una forma distinta, liberada de las grandes construcciones tardorománticas. Las cuatro piezas se plantean como enteramente atonales y son alternativamente lentas y rápidas, sin intentar ofrecer temas sino únicamente motivos muy diferenciados en lo métrico y en lo dinámico, con una insólita atención a la tímbrica resultante de los modos de ataque y los contrastes dinámicos en un tempo que es constantemente flexible. La obra se estrenó en Viena el 24 de abril de 1911, con Fritz Brunner y Atta Jonas-Werndorff, y sería una de las piezas webernianas más interpretadas durante su vida ya que él mismo la tocó con diversos violinistas.
El periodo de máxima esencialidad weberniana que inauguraba la obra anterior se cierra en 1914 con las Tres pequeñas piezas para violonchelo y piano, op. 11, donde la depuración llega a
su máximo en unas piezas cuya totalidad es de solo treinta y dos compases y la duración de las tres en conjunto está en torno a los dos minutos. Pese a ello, las células motívicas están extremadamente elaboradas a través de recursos tímbricos y dinámicos. Dos piezas lentas enmarcan a una rápida en una música que en su compleja sencillez está cercana al silencio. La obra resultaba en su momento tan críptica que tardaría diez años en darse a conocer. La estrenaron Maurits Frank y Eduard Zuckmayer el 2 de diciembre de 1924 en Mainz. Para entonces, Webern había dejado atrás el atonalismo expresionista y había adoptado la técnica dodecafónica.
Embarcado en la misma aventura, pero muy distinto musical y personalmente a Webern, Alban Berg desarrolló también su propia identidad compositiva atravesando tanto el atonalismo de
raíz estética expresionista como el dodecafonismo. A Berg le interesaba investigar en el desarrollo de las grandes construcciones formales y tiene buenos ejemplos de ello tanto en el campo
de la ópera como en el de la música orquestal. Pero no desdeñó la pequeña forma, aunque la abordó de manera totalmente distinta a la de Webern. De esta manera, y por los mismos años que las micropiezas webernianas, se adentra en las Cuatro piezas para clarinete y piano, op. 5, que dedica a su maestro Arnold Schönberg. La obra se compone en 1913 pero no se estrena hasta el 17 de octubre de 1919, dentro de los conciertos de la Sociedad Vienesa de Audiciones Musicales Privadas creada por el propio Schönberg. Berg poseía un temperamento lírico y un gran instinto dramático que se aplican a cualquiera de sus composiciones y que no están ausentes de estas piezas pese a su brevedad, que es diferente de la weberniana. Salvo la tercera pieza, que es más rápida, como un breve intermedio ligero, las demás son lentas e intensas. Adorno, que fue su discípulo musical, apuntó que en realidad se trataría de una especie de sonata en la que la tercera pieza actuaría como scherzo. La idea no es mala si se toma como una analogía más que como una realidad, pues Berg pretendía hacer unas piezas y no una sonata unitaria. Pese a su brevedad, las piezas son complejas y de gran aliento expresivo.
Aunque con una obra de la misma época expresionista y atonal, en la que pretendía alcanzar un cromatismo integral, Schönberg no figura aquí con micropiezas sino con una versión
de cámara de una amplia obra orquestal, las Cinco piezas para orquesta, op.16 de 1909. En el original, las piezas poseen un indudable aliento expresionista y una extrema movilidad emocional. A petición de su editor, y de mala gana, Schönberg dio nombre a cada una de las piezas, que son respectivamente Vorgefühle (Premoniciones), Vergangenes (Pasado), Farben
(Colores), Peripetie (Peripecia) y Das oblígate Rezitativ (El recitativo obligado). Han sido muy estudiadas pero especialmente la tercera, llamada comúnmente «del acorde cambiante» ya que usa un acorde único que va cambiando a través de un tratamiento tímbrico muy especial que hace del color orquestal un elemento constructivo válido. La obra es para una enorme orquesta y Schönberg la adaptó para orquesta normal en 1940, pero antes, y dado que la obra circulaba poco en orquesta, realizó dos reducciones que estrenó en los conciertos de la Sociedad Vienesa de Audiciones Musicales Privadas en 1920: una para dos pianos o piano a cuatro manos y otra para conjunto de cámara, que es la aquí presentada. No era nada fácil hacerlo y Schönberg demostró su maestría al trasponer al pequeño conjunto lo esencial de la versión sinfónica y, al mismo tiempo, realizar una obra de cámara plenamente coherente que es similar pero distinta de la original.
Junto a los maestros de la «trinidad vienesa», el presente programa nos ofrece un estado de la cuestión de la música irlandesa actual. Muy dependiente de la música británica en el pasado, la música de concierto irlandesa ha ido adquiriendo en los últimos cien años unos perfiles propios gracias a varias generaciones de compositores de demostrado talento. Cinco de sus compositores actuales vienen a esta cita como prueba de una música vital y variada que, enraizada con la vanguardia internacional, habla sin embargo con acento propio.
Jane O’Leary, de origen irlandés, nació en los Estados Unidos, en Hartford, en 1946 y estudió en Princeton con Milton Babbitt, pero desde 1972 vive en Irlanda y allí fundó en 1976 el conjunto Concorde. Ha sido miembro del Arts Council of Ireland y presidente del Contemporary Music Centre de Dublín. En Dublín ejerce labores didácticas. Se ha dedicado especialmente a la música sinfónica y de cámara. Su obra Between Two Waves of the Sea (Entre dos olas del mar) está escrita para acordeón, flauta, clarinete, violín y violonchelo, y se compuso en 2016 para conmemorar el cuarenta aniversario del conjunto Concorde, que la estrenó en octubre de ese año. La obra puede ofrecerse solo como música o con un acompañamiento visual de Gwen O´Dowd, con pinturas abstractas sobre el mar. El título está tomado de un fragmento de los Cuatro cuartetos de T.S. Eliot, que alude a que la música y la vida existen en algún lugar entre
el pasado y el futuro.
Deirdre Gribbin es una compositora nacida en 1967 en Belfast, donde se graduó en la universidad estudiando luego en varias instituciones londinenses donde también se doctoró. Ha obtenido numerosos premios y su segunda ópera, Crossing the Sea, tuvo un gran éxito en 2008. Ha escrito abundantemente para la radio, incluyendo programas dramáticos, y se ha interesado por la ciencia colaborando como artista con el Laboratorio de Biología Molecular de Cambridge y haciendo música para documentales sobre genética. To Bathe Her Body in Whiteness (Para sumergir su cuerpo en blancura) es una obra escrita en 1998 en la soledad de su residencia en Northumberland, mientras veía avanzar las nubes con la lluvia hacia su casa. Pero la base son los recuerdos de su viaje a la región hindú de Ladakh y sus estudios de la música y filosofía tibetanas. De hecho, el título es reflejo de un párrafo del Libro tibetano de los muertos donde se habla de la blanca luz de la que surge el universo y a la que revierte, y que es la naturaleza de la propia mente.
Garth Knox nació en Dublín en 1956 y estudió viola en Londres, ganando varios premios como instrumentista de su especialidad. Se centró en la música barroca y en la contemporánea y fue viola del famoso Cuarteto Arditti. También ha sido miembro del Ensemble intercontemporain de París, al que fue invitado por Pierre Boulez. Ha desarrollado una amplia carrera como solista y han escrito obras para él compositores como Henze, Ferneyhough o Benjamin. Ha centrado su carrera tanto en la viola como en la viola d’amore, es profesor de la especialidad
en Mánchester y Londres. Wild animals (Animales salvajes) es una obra de 2011, estrenada en Dublín el 26 de junio del mismo año por su autor, en la que Knox quiere dar una visión distinta de la que habitualmente se tiene de la viola. Afirma que usualmente la viola se ve como un instrumento suave, bueno para tocar cantos lentos y tristes y las partes medias de las composiciones. Pero, en mitad de esa amabilidad, ruge una bestia incontrolable que está esperando a ser desencadenada. La obra pretende explotar ese lado salvaje de la viola en una pieza extraordinariamente expresiva y virtuosa.
Kevin O´Connell nació en Derry en 1958 y estudió con Redmond Friel, y luego en el Trinity College de Dublín y en la Universidad de Belfast. Como compositor, es autor de tres óperas, música orquestal y de cámara que se ha tocado por todo el mundo. Little Overture (Pequeña obertura) es una obra compuesta en 2013 y estrenada al año siguiente en Dublín. Se escribió para flauta, clarinete, piano y violonchelo, y transcurre en una única sección en la que el material musical se desarrolla como un proceso dinámico en el que todo parte de una idea inicial, que va poniendo en pie una obra que adquiere el aire de un preludio conciso y breve pero dotado de una cierta intensidad expresiva. Nacido en Belfast en 1975, Ed Bennett estudió con Michael Finnissy así como en la Guildhall School de Londres. Ha ganado numerosos premios y ha compuesto para diversos solistas, conjuntos y orquestas. Ha sido profesor de Composición en el Conservatorio de Birmingham. También ha sido fundador y director del conjunto Decibel y se ha interesado por el arte interdisciplinario, componiendo junto a coreógrafos y artistas visuales. Strange Friction es una obra que representa bien algunas de sus ideas. Él dice aburrirse con la forma acabada y preferir la frescura de la improvisación. También le gusta cruzar técnicas y no ha desdeñado coqueteos con el minimalismo. En su música se cruzan intensos momentos sonoros con repeticiones y contrastes delicados.
Tomás Marco