CONCIERTO
La guitarra en Latinoamérica
Con obras de Heitor Villa-Lobos, Manuel Ponce, Francisco Mignone y Alberto Ginastera
Ciclo Ciclo de guitarra española
08
MAR
2024
Ciclo de guitarra española
La guitarra en Latinoamérica
Con obras de Heitor Villa-Lobos, Manuel Ponce, Francisco Mignone y Alberto Ginastera
08 MAR 2024
PROGRAMA
Heitor Villa-Lobos (1887-1959)
Suite popular brasileña (selección) (7’)
1. Mazurka-Chôro
2. Schottish-Chôro
Doce estudios para guitarra (selección) (7’)
10. Très animé
11. Lent
Manuel Ponce (1882-1948)
Variaciones sobre «Folía de España» y fuga (24’)
Francisco Mignone (1897-1986)
Doce estudios para guitarra (selección) (16’)
4. Allegro scherzoso
7. Molto lento
8. Allegro
9. Allegro moderato
Alberto Ginastera (1916-1983)
Sonata para guitarra, op. 47 (13´)
1. Esordio
2. Scherzo
3. Canto
4. Finale
INTÉRPRETES
NOTAS AL PROGRAMA
Heitor Villa-Lobos
Suite popular brasileña (selección)
Doce estudios para guitarra (selección)
La música del brasileño Heitor Villa-Lobos se caracteriza por la frescura de su inspiración, por la valiente originalidad de sus planteamientos, por su carácter nacional y, a la vez, universal. Así sucede con los chôros, piezas de muy vario planteamiento instrumental y formal, pero unificadas por criterios expresivos que se refieren a sentimientos populares profundamente arraigados y a prácticas musicales «de la calle» (el folclore urbano) que el maestro vivió en su niñez y juventud. Muy a menudo, esta forma musical sirvió para que los compositores brasileños adaptaran piezas de salón decimonónicas de origen europeo al estilo y al colorido de la música popular de su país, y este recital se abre con dos deliciosos prototipos de ello firmados por Villa-Lobos en 1908: una Mazurka que remite a Polonia —e irremediablemente, a Chopin— y un Schottish que lo hace inicialmente a Escocia, pero que, en realidad, es un tipo de danza que —como la mazurca y el vals— se extendió durante el siglo XIX por toda Europa, de donde pasó a la América del Sur, coloreándose de elementos autóctonos allá por donde pasaba. Villa-Lobos brasileñizó la mazurca y el chotis, así como otros aires salonescos, en su hermosa Suite popular brasileña a la que pertenecen estos dos chôros.
Quien seguramente fue el más caudaloso y fértil compositor del siglo XX no necesitaba de excesivas motivaciones para engrosar continuamente su catálogo, pero lo cierto es que algunos encuentros que se produjeron en la intensa biografía de Heitor Villa-Lobos condicionaron alguna parcela de su oceánico catálogo. Así, Arthur Rubinstein motivó y difundió piezas pianísticas del compositor brasileño, y si este es considerado como uno de los principales enriquecedores del repertorio guitarrístico del siglo XX, ello se debe en buena medida a su encuentro en París, en 1924, con Andrés Segovia. A partir de esta fecha, comenzó a componer la colección de Doce estudios para guitarra que quedaría lista en 1929. Villa-Lobos acude al modelo de estudio que autores como Chopin o Debussy habían aplicado al piano, es decir, piezas breves en las que la enjundia técnica y la dimensión didáctica, aunque las haya, no son la meta única: se trata de ofrecer la mayor riqueza musical posible aprovechando los recursos técnicos y expresivos del instrumento, teniéndolos en cuenta, potenciándolos e incluso innovando o progresando en este terreno. Aquí escucharemos dos ejemplos: el magistral Estudio n.º 10 presenta pasajes rápidos muy exigentes técnicamente que tejen una red por la que se cuela, aquí y allá, la luz de giros cantabile. El Estudio n.º 11, Lento, explota las características polifónicas del instrumento en un curso de gran intensidad expresiva en el que, una vez más, se abren paso atractivos apuntes melódicos.
Manuel Ponce
Variaciones sobre «Folía de España» y fuga
Francisco Salinas, el músico al que loara fray Luis de León en su sublime Oda, aportó en su obra teórica De musica libri septem, publicada en 1577, la primera referencia documental de la Folía, tema hispanoportugués que, bajo el nombre afrancesado de Folies d’Espagne, se universalizó durante el periodo barroco al pasar a ser frecuente tema base para obras escritas en forma de variaciones o diferencias.
El compositor mexicano Manuel Ponce, formado musicalmente en México, Bolonia, Berlín y París (donde fue discípulo de Paul Dukas), gozó de un prestigio que se apoyó, en buena medida, en su producción guitarrística: cabe decir que dedicó una considerable parte de su tiempo creativo a la guitarra de su amigo Andrés Segovia, quien le animaba a componer, le pedía, le aconsejaba, le corregía, le felicitaba… En carta fechada en diciembre de 1929, Segovia escribía a Ponce: «Quiero que me hagas unas variaciones brillantes sobre el tema de las Folías de España, en re menor […] en un estilo que linde entre el Clasicismo italiano del XVIII y los albores del Romanticismo alemán […] Quiero que esta obra sea la mejor pieza de esa época, el pendant de las de Corelli para violín sobre el mismo tema. Ve haciendo variaciones y mándamelas, y procura que contengan todos los recursos técnicos de la guitarra, por ejemplo variaciones en acordes simultáneos de tres notas, en octavas, en arpegios, sucesiones rápidas que asciendan hasta el si bemol sobreagudo y que expiren en el re grave, enlace de voces en nobles movimientos polifónicos, notas repetidas, un mayor cantabile que realce la belleza del tema…». En sucesivas cartas (editadas por Miguel Alcázar en 1989), se comprueba cómo Ponce cumplía las indicaciones de Segovia y cómo este se mostraba satisfecho de la música que iba recibiendo. Pero hubo un encontronazo: la amplia, sabia y compleja fuga que Manuel Ponce quiso como final de su obra no satisfizo al divo, quien hubiera preferido un final mucho más corto y brillante, no tan reflexivo… En todo caso, las Variaciones sobre «Folía de España» y fuga de Manuel Ponce han pasado al repertorio guitarrístico internacional como una de las obras más densas y enjundiosas escritas para este instrumento, así como uno de los ejemplos más personales de profundización en el arte de la variación o, como se decía en el Renacimiento, de la diferencia.
Francisco Mignone
Doce estudios para guitarra (selección)
Francisco Mignone nació en São Paulo, hijo de inmigrantes italianos. Formado en su ciudad natal, viajó luego por Europa y perfeccionó estudios en el Conservatorio de Milán. Vuelto a Brasil, ejerció largamente la enseñanza en São Paulo y en Río de Janeiro, a la vez que desarrollaba una ingente labor como intérprete, organizador de actividades y prolífico compositor.
Estrenó óperas, abundantes obras orquestales con y sin solista, música de cámara, numerosas canciones llenas de encanto y evocadoras de los acentos populares brasileiros y, en fin, celebradas piezas pianísticas. A la guitarra dedicó una obra concertante y, al igual que Villa-Lobos, Doce estudios para guitarra sola que compuso en 1973. Los cuatro Estudios de Mignone seleccionados por el maestro Zanon para este concierto representan muy bien la escritura densa y la sonoridad tan personal de la guitarra de Mignone: los cuatro allegros son también muestra del virtuosismo que esta escritura exige del intérprete, así como el interesantísimo Molto lento nos ilustra acerca de la modernidad del lenguaje armónico practicado por el compositor brasileño.
Alberto Ginastera
Sonata para guitarra, op. 47
Recién cumplidos los 67 años de edad, moría en Ginebra el más grande compositor argentino y uno de los nombres punteros del tardío nacionalismo musical: Alberto Ginastera. La figura de Ginastera refulgió en Buenos Aires a partir de 1938, cuando finalizó con brillantez sus estudios académicos y rápidamente comenzó con sus obras a calar en el público y a admirar a los conocedores. Pronto se internacionalizó su música y se asentó su recia personalidad, lo que evitó cualquier tipo de presión externa: compuso lo que creyó oportuno y como lo creyó oportuno, ajeno a cualquier canto de sirena de las modas al uso y a cualquier crítica dirigista. Un «nacionalismo objetivo» —es decir, a la vieja usanza, basado en el apoyo en documentos del folclore auténtico—, y un «nacionalismo subjetivo» —o sea, un lenguaje personal y más elaborado, fruto de la impregnación en procedimientos tan abstractos como el dodecafonismo, pero con explícita voluntad de ser reconocible como propio, americano y argentino— son observables en zonas del catálogo de Ginastera, pero en uno y otro casos la música del maestro bonaerense respira universalidad, tal y como antes lo habían logrado dos maestros que siempre estuvieron entre sus devociones: el húngaro Bartók y el español Falla. Y los tres son universales por lo mismo: por la sinceridad de sus posturas estéticas, por su voluntad y su capacidad comunicativas y, en definitiva, por la extraordinaria calidad de su música.
La Sonata para guitarra, op. 47 de Ginastera fue compuesta en Ginebra durante el verano de 1976 con destino al guitarrista Carlos Barbosa-Lima, quien la estrenó en el Lisner Auditorium de Washington D.C. el 27 de noviembre del mismo año. La edición de la partitura recoge comentarios del propio Ginastera en los que reconoce que, durante cuarenta años, desatendió las sugerencias que recibía pidiéndole escribir para guitarra. Pero llegó el encargo de Barbosa-Lima para una institución de Washington y aceptó, decidiendo inmediatamente que, frente a la superabundancia de formas breves que se da en el repertorio guitarrístico, él abordaría la composición de una gran forma: una Sonata en cuatro tiempos. Y el maestro Ginastera concluye: «Cuando los críticos que asistieron a su estreno acogieron esta obra como una de las más importantes escritas para la guitarra, tanto por su concepción como por su modernismo e imaginación sonora inédita, yo pensé que no en vano convenía haber esperado varios decenios para tentar el ensayo». Transcribo el comentario del propio Ginastera sobre los
cuatro movimientos que integran su Sonata: «El Esordio es un solemne preludio seguido de un canto inspirado en la música quechua y que finaliza con la reexposición abreviada de estos dos elementos. El Scherzo, que debe ser ejecutado il più presto possibile, es un juego de luces y sombras, de climas nocturnos y mágicos, de contrastes dinámicos, de danzas lejanas, de ambientes surrealistas […] Cerca del final, el tema del laúd de Sixtus Beckmesser aparece como una fantasmagoría. El Canto es lírico y rapsódico, expresivo y anhelante como un poema de amor […] y el Finale es un rondó vivo y fogoso que recuerda los ritmos fuertes y marcados de la música de las pampas. Combinaciones de rasgueados y de tamboras percutivas, mezclados con otros procedimientos de tonalidades metálicas o de rebotes de las cuerdas, proporcionan un color especial a este movimiento rápido y violento que, en la totalidad de su aspecto, adquiere el carácter de una toccata».
José Luis García del Busto