PROGRAMA
Vicente Martín y Soler (1754-1806)
Divertimento n.º 3 para octeto de viento (10 min)
(sobre temas de la ópera Una cosa rara)
- Larghetto — Allegro moderato
- Andante sostenuto
- Allegro
- Allegro molto
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
Serenata n.º 10 en si bemol mayor, K. 361, «Gran Partita» (45’)
- Largo — Molto allegro
- Menuetto
- Adagio
- Menuetto: Allegretto
- Romance: Adagio
- Tema con variazioni
- Finale: Molto allegro
NOTAS AL PROGRAMA
Vicente Martín y Soler
Divertimento n.º 3 para octeto de viento
(sobre temas de la ópera Una cosa rara)
El compositor valenciano Vicente Martín y Soler recaló en Viena después de haber cubierto etapas en Valencia, en Madrid y en Nápoles, desde donde se proyectó a nu- merosos teatros de ópera italianos. Una vez conquistado aquel país, en 1785, Martín y Soler se presentó en Viena ante el emperador José II contando con su prestigio de compositor y con la protección de la esposa del emba- jador español en la corte vienesa, la marquesa de Llano. Era el momento dorado de Mozart y de Salieri, pero el españolito captó de forma inmediata al emperador y al más grande libretista del momento, Lorenzo Da Ponte. Si Mozart legó una sublime trilogía operística con libretos de Da Ponte —Le nozze di Figaro, Don Giovanni, Così fan tutte—, Martini lo Spagnuolo (así llamaban los vieneses a Martín y Soler) también dejaría su trilogía de óperas dapontianas entre enero de 1786 y octubre de 1787: Il burbero di buon cuore, Una cosa rara, libremente basa- da en una comedia de Vélez de Guevara (y no de Calderón de la Barca, como Lorenzo Da Ponte escribió equivocada- mente en sus Memorias), y L’arbore di Diana, las tres es- trenadas en el Burgtheater de Viena con éxito de clamor.
La historia pone las cosas en su sitio y, naturalmente, nadie osaría hoy poner al mismo nivel de excelencia o de trascendencia artística estas dos trilogías operísticas, pero es un hecho objetivo que, en su momento, las repe- tidas y triunfales representaciones de «La cosa rara de Martini» no tuvieron menos éxito, ni menor repercusión social que las de Las bodas de Fígaro, y es significativo el simpático guiño que Mozart lanzó a su colega Martín y Soler en la penúltima escena de su Don Giovanni: los músicos que amenizan la cena del libertino tocan una selección de melodías de moda en la Viena del momen- to, y la primera es justamente un tema que Leporello, el criado de Don Juan, reconoce al instante y saluda: Bravi! Cosa rara!
El Divertimento n.º 3 que abre el presente concierto per- tenece a una colección de Divertimenti del maestro va- lenciano cuyos manuscritos se conservan en la British Library y que se articularon sobre temas de su más ce- lebrada ópera, la mencionada Una cosa rara, cuyo título completo —no políticamente correcto visto hoy— es Una cosa rara, ossia, Bellezza ed onestà. En este tercer Divertimento, el maestro valenciano pone en juego temas de los números de su ópera titulados Ah, perché formar non lice, Dolce mi parve un dì y Perchè tu m’ami, más un cotillón como alegre final.
La plantilla utilizada es un octeto de viento que requiere pares de oboes, corni di bassetto (o clarinetes), trompas y fagots, y consta de cuatro breves movimientos: el prime- ro es un Allegro moderato precedido por una introducción lenta (Larghetto), al que sigue un Andante sostenuto y otros dos Allegros. Domina el carácter sonriente y cantabile y los temas nunca son objeto de desarrollo. Esta colección de Divertimenti se fechan hacia 1794-95 y serían escritos como apoyo para darse a conocer en Londres, en la etapa en que Martín y Soler trabajó allí, entre la estancia en Viena y la final en San Petersburgo, donde murió.
Wolfgang Amadeus Mozart
Serenata n.º 10 en si bemol mayor, K. 361,
«Gran Partita»
La Serenata en si bemol mayor, K 361, denominada Gran Partita, fue compuesta por el joven maestro Mozart en Múnich en los comienzos de 1781, inmediatamen- te después del estreno en aquella ciudad alemana —el 29 de enero— de su ópera Idomeneo. Al escribir esta Serenata, Mozart contaba con la inmediata inter- pretación de los excelentes músicos de viento que tra- bajaban en la corte bávara.
Esta Serenata requiere una plantilla de 13 instrumentos de viento: 2 oboes, 2 clarinetes, 2 corni di bassetto, 4 trompas, 2 fagots y 1 contrafagot (o contrabajo). Llama la atención la juntura de pares de clarinetes y de corni di bassetto, instrumento este, hermano del clarinete, que Mozart utilizaba aquí por vez primera. La composición es una auténtica obra maestra que rebasa, con mucho, el alcance estético de cuanto se componía con este título y para plantillas instrumentales de viento. Su estructura es amplia, en siete movimientos, a la manera de las grandes serenatas con instrumentos de cuerda en las que Mozart gustaba de intercalar ligeros, pero inspiradísimos, con- ciertos para violín y orquesta. Es muy improbable que fuera Mozart quien diera el título de Gran Partita a la obra.
La nobleza, la majestuosa amplitud de los compases iniciales de la introducción, nos habla inmediatamente de música ajena al carácter —tan frecuente en obras de este tipo— de divertimento o de música para ser ejecutada al aire libre y destinada a amenizar charloteos cortesanos… Es un bello Largo que liga directamente con un Molto allegro en el que cabe reconocer ecos y pre-ecos del ámbito operístico mozartiano.
Llega a continuación el primer Menuetto, inusualmente amplio, de línea vigorosa, en absoluto «galante», lo que se refuerza en los dos tríos propuestos por Mozart, que son música de enjundia, nada ligera: en el primero se advierte protagonismo de los corni di bassetto y el segundo de ellos está en sol menor, tonalidad por la que ya habíamos pasado en el desarrollo del Molto allegro y que está muy vinculada al Mozart más íntimo y trascendente.
La genialidad mozartiana estalla en el subsiguiente Adagio, núcleo expresivo de la partitura. Sobre un bajo obsesivamente mantenido, a base de una célula rítmica que impone un clima anhelante, tenso, se despliegan frases melódicas de inigualable alcance expresivo y diá- logos tan bellos como hondos. Es música cuyo latido humanista nos revela al Mozart más grande.
Del segundo Menuetto, también con dos tríos, cabe decir lo mismo que del primero, si bien aquí las proporciones y el carácter —sin llegar a ser ligero— parecen avenirse más al tradicional espíritu de la serenata.
Como quinto movimiento tenemos la Romanza, página en la forma A-B-A en la que la sección principal (A) es un Adagio y la central (B) un Allegretto contrastante. El Adagio es de aliento lírico, ensoñado, de nuevo próximo a maneras operísticas propias del genial compositor salzburgués; por cierto, una frase recuerda al coral que Brahms utilizaría para sus Variaciones sobre un tema de Haydn. El Allegretto es de gran exigencia para los instru- mentistas, acaso especialmente para los fagots.
En el sexto movimiento (Tema con variazioni), un tema ju- goso, inconfundiblemente mozartiano, es sometido a seis sabias variaciones, la quinta de las cuales es un prodigio de conversión en arioso de un tema que inicialmente no revelaba tal posibilidad (¡salvo a Mozart, naturalmente!).
La Serenata en si bemol mayor, K 361, «Gran Partita» se abrocha con un breve y alegre movimiento en el que Mozart reutiliza un gracioso tema que había manejado, en su niñez, en una sonata para piano a cuatro manos.
José Luis García del Busto